Una de las cosas que caracteriza a Alejandro Palomas desde mi punto de vista, es que sus historias siempre van directas al corazón, no recuerdo haber leído ninguna historia en la que al final no haya tenido que soltar alguna lágrima, en está ocasión no ha sido diferente, también han caído. Otra de las cosas que siempre me pasan con sus novelas es que me deja agotada y después de leerlas necesito algo más “ligero” menos emocional algo que no me “pida” tanto.
En está última novela que he leído de Palomas, continuación de Un hijo, retoma Guille, un niño con una imaginación que deseo también para mí, y así poder vivir en este mundo al que llaman “real”, además de presentarnos a Naiza una niña a la que su familia la hace responsables de sus problemas como adultos. Menos mal que siempre está por ahí Mary Poppins, escuchando y así, con su magia, poner a cada uno en su sitio y que cada uno, como se dice vulgarmente, aguante su vela.
Con este libro he recordado lo que decía Einstein; “la lógica te lleva de A a B, pero la imaginación te lleva a cualquier parte”